viernes, 2 de diciembre de 2011


CAPITULO 1

Era un día algo extraño, parecía que las nubes se comían el suelo, que lo engullían en un gris oscuro. Esa mañana me levanté temprano, cuando las pequeñas gotas de escarcha aún no habían abandonado las puntiagudas hojas de los pequeños pinos que dominan mi jardín. El día encajaba perfectamente con mi estado de ánimo. 


Había pasado un mes desde que recibí esa carta, esa dichosa carta. Todo un mes pensando en la situación; ¿cómo era posible? No entendía nada; y, después de un mes dando vueltas en la almohada, las ojeras se acrecentaron en mis mejillas. Había ocurrido otra vez, no creí que podría volver a pasar.


En un día soleado, de esos días en los que solo piensas en salir a la calle y relajarte dando un paseo, comenzó mi pesadilla, como cada año. Había salido temprano, cuando ni las flores del campo han abierto sus pétalos al calor del sol. Todo estaba radiante, espléndido. Pero toda la euforia que podía tener, se tornó en desesperación. 


Encontré, en el quicio de la puerta, un sobre gris con los bordes dorados y, en cuyas esquinas, se averiguaban distintas formas florales en color plata. Supe de quien era en cuanto que lo vi. Lo abrí rompiendo el sello en cera roja que lo mantenía cerrado, alejando la horrorosa noticia que guardaba. Comencé a leer en voz alta, aunque nadie pudiera oírme, aunque mi voz se entrecortara en cada palabra, como si así pudiera asumir los hechos que escondía:


"Querida sobrina,
siento que cada año tengas que recibir una carta como esta. Ya te imaginarás lo que ha sucedido y es por esa razón por la que quería que vinieras a mi mansión. Como comprenderás, es preferible que te explique todo en persona, por doloroso que sea. Esta carta es una simple invitación, sabes que no es necesario que vengas, pero sería muy grato por tu parte. El dolor que siento ahora mismo me oprime el alma. En los peores momentos te acuerdas de las personas que más quieres.
Saludos, tu tía que te quiere"

"En los peores momentos te acuerdas de las personas que más quieres", jamás podré olvidar esa frase. Es una frase que esconde demasiadas verdades, que iba acorde con la situación. Esta carta tenía algo diferente a las otras, era un matiz, una idea: "tu tía que te quiere". Nunca me había dicho nada así, era una persona demasiado fría y reservada como para mostrar sus sentimientos. Para ella, eran un signo de debilidad.


No quería pensar; intenté hacerme a la idea, pero era imposible. Tenía demasiadas preguntas, y todas respondían a los tópicos: ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿POR QUÉ?.
"¿POR QUÉ?", resonaba cada vez más alto y claro sobre mi cabeza. Por mucho que lo intentara no encontraba el porqué. Había investigado, había estado noches sin dormir, año tras año. Siempre la misma pregunta.


Acabé de preparar mis maletas, me iba por un tiempo indefinido. Había decidido visitar a mi tía a toda costa, ambas lo necesitábamos. Yo lo necesitaba, quería dejar la rutina, relajarme en compañía de mis seres queridos.
 El cochero llamó a la puerta, subió todas mis cosas al carruaje y emprendí mi viaje. Mi viaje hacia lo que podía cambiar mi destino y el de mi familia. Estaba dispuesta a responder a la pregunta que me perseguía continuamente y ese era mi momento. 

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