viernes, 6 de enero de 2012




Capítulo 3


Solíamos jugar en el jardín; era genial correr libres sin importar nada. Nos encantaba escondernos en el gran laberinto; jugar a tirar piedras al lago; o correr tras los gansos riendo a carcajadas.

Mi tío siempre nos dejaba jugar donde quisiéramos; donde quisiéramos menos cerca del gran portón de la entrada. Siempre que nos veía cerca del mismo nos reñía y nos sermoneaba con la leyenda de la cabeza del león.

 "Cuenta la leyenda que esta casa la construyó un leñador con sus propias manos. Era un leñador frío; nunca ayudaba a nadie. La soledad en que se hallaba inmerso era tal, que había perdido el sentido del habla. Un día salió al bosque y se perdió. Cuando llegó la noche y el gélido aliento de la luna de invierno comenzó a helar cada uno de los rincones del bosque, el leñador se tendió en el suelo. El frío ya había penetrado en sus huesos y su corazón, o lo que quedaba de él, se había helado por completo.

De repente, sintió un calor como nunca antes lo había sentido. Le abrasaba el pecho, y sentía cómo fluía a través de cada una de sus extremidades. El leñador se levantó de su lecho y vislumbró un gran león. Su roja melena irradiaba fuego, el mismo fuego que le calentaba.

Dio un paso al frente, alargando su tosca mano para tocarle. Su mano se quedó tendida a unos centímetros de sus fauces.
El león abrió la boca, mostrando sus colmillos. Posó su lengua bajo la mano del leñador y cerró con cuidado la mandíbula. Era un precio que debía pagar por su vida; su mano a cambio de sobrevivir.

El leñador cayó desmayado. Cuando despertó, sin su mano izquierda, comenzó a construir un monumento al león que le salvó la vida. Esta casa, este es el monumento. Unos dicen que estuvo trabajando con una sola mano durante 300 días; que no descansaba...
Cuando vio terminado su trabajo, talló el gran portón sobre un inmenso roble. No satisfecho con su trabajo, quiso hacer un verdadero santuario. Volvió a salir al bosque, en busca de su león.

Casi moribundo, volvió a sentir el calor que le invadió la primera vez. Cuando el león estaba a solo unos centímetros de su mano sana, el leñador alzó un hacha y cortó la cabeza del león. esta se convirtió en el oro más brillante del mundo.

Ahora la cabeza del león descansa en el portón, a la espera de que una curiosa mano pague el precio del leñador..."

Era curioso que siempre que mi tío contaba esta historia, el león parecía mirar fijamente; escuchar atento la historia. Cuando mi tío terminaba, parecía que de la boca abierta del león emanaba sangre, la sangre del leñador.

***